La minería

Fue la actividad preferente en el virreinato, por lo menos durante el siglo XVI y gran parte del XVII, para empezar a decaer en el siglo XVIII. Dentro de la actividad minera en la colonia se distinguen dos momentos: El primero que va hasta el establecimiento de la organización virreinal, caracterizado por un sistema de extracción intensiva del metal en base a una febril actividad de la superficie, desmantelamiento, apropiación, y reparto de las riquezas del antiguo Perú. El segundo presentado por el ordenamiento económico que empieza con las Ordenanzas de 1542.

Las mejores minas, por su calidad y rendimiento fueron de propiedad del Estado Español. Las minas más pequeñas, en cambio, fueron explotadas por particulares con la obligación de pagar como impuesto el Quinto Real, o sea, la quinta parte de la riqueza obtenida. Los principales yacimientos mineros fueron: Castrovirreyna, Huancavelica, Cerro de Pasco, Cajabamba, Contumanza, Carabaya, Cayllama, Hualgayoc, todas estas ubicadas en el actual Perú. Pero el descubrimiento más grande a nivel minero fue sin duda el yacimiento de Potosí, cuya producción se sustentó en la terrible mita minera. Se calcula que Potosí proporciono las dos terceras partes de la plata que hubo en el Perú, hasta que en 1776 pasara a formar parte del Virreinato del Rio de la Plata.

Los centros mineros fueron ciudades que rápidamente se convirtieron en emporios comerciales que engranaron todo un circuito comercial en el que se encontraban la ciudad de México (para Zacatecas y Guanajuato) y Lima (para Potosí, Cerro de Pasco y Huancavelica). Para la extracción de la plata las técnicas andinas incluían el método de la huaira, que consistía en el empleo de un horno al cual se le sometía el plomo, extrayéndose finalmente la plata. Pero esta plata era de una impureza notoria.

En México se llegó a descubrir una técnica que se aplicó en las minas de Potosí; consistió en mezclar la plata con el mercurio (llamado azogue). Luego, la plata se separaba, manteniéndose en un estado de pureza. La producción minera tuvo su auge entre 1572 a 1580 que fluctuó de 216 000 a 1.400.000 pesos anuales; pero disminuyo su ritmo extractivo al promediar el siglo XVII y ya en el siglo XVIII, su decadencia fue notoria debido, en gran parte, al sistema y forma empírica como se trabajaba en los centros mineros, también a la carencia de caminos para agilizar el transporte y la despoblación indígena.

Entre 1790 y 1795, según las memorias del virrey Francisco Gil de Taboada, se hallaban en explotación en su territorio (actual Perú), 728 minas de plata, 69 de oro, 4 de mercurio, 12 de plomo y 4 de cobre. Pese a que la minería era en la época una actividad desorganizada y riesgos, su auge fue tal que no menos del 40% de los yacimientos que actualmente están en operación en el Perú, ya habían sido descubiertas y trabajados en tiempos del virreinato.

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